
Cirugía artroscópica: diagnóstico y tratamiento con mínima invasión
La cirugía artroscópica es un procedimiento mínimamente invasivo que permite al cirujano tanto diagnosticar como tratar problemas en el interior de una articulación sin necesidad de grandes incisiones. Para ello se introduce un tubo delgado equipado con una cámara de fibra óptica (el artroscopio) a través de un pequeño orificio de apenas 4–5 mm. Las imágenes de alta definición se transmiten en tiempo real a un monitor, ofreciendo una visión clara y ampliada del interior de la articulación.
¿Cómo se lleva a cabo?
- Anestesia y preparación
Dependiendo de la articulación y del caso, se puede usar anestesia local, regional (por ejemplo, epidural) o general. El área se limpia y se cubre con campos estériles. - Incisiones pequeñas
Se realizan dos o tres puertos de entrada de 3–5 mm. Por uno ingresa el artroscopio y, por los demás, instrumentos finos como pinzas, tijeras o fresas. - Insuflación de líquido
Se inyecta solución salina estéril para expandir la articulación y mejorar la visualización, evacuando simultáneamente fragmentos de tejido o sangre. - Diagnóstico y tratamiento
El cirujano explora el menisco, ligamentos, cartílago y superficies óseas. Según lo encontrado, puede resecar fragmentos sueltos, suturar desgarros o suavizar áreas dañadas usando instrumentos especializados. - Cierre y vendaje
Al concluir, se retira el líquido, se extraen los instrumentos y se cierran las pequeñas incisiones con puntos finos o grapas. Finalmente, se coloca un vendaje ligero.
Articulaciones más tratadas
- Rodilla: meniscos, ligamentos cruzados y lesiones de cartílago son los problemas más frecuentes tratados artroscópicamente.
- Hombro: reparación del manguito rotador, estabilización de la articulación y reparación de labrum.
- Cadera: indicado en pinzamiento femoroacetabular y resección de labrum con ópticas de alta resolución.
- Tobillo y otras: liberación de tendones, extracción de cuerpos libres y limpieza de superficies articulares.
Ventajas clave
- Menos dolor postoperatorio: al preservar tejidos y músculos, el malestar inmediato es menor que con cirugía abierta tradicional.
- Cicatrices casi imperceptibles: las pequeñas incisiones dejan marcas mínimas y mejoran la estética final.
- Recuperación rápida: muchos pacientes inician ejercicios suaves en 24–48 horas y vuelven a actividades leves en 1–2 semanas.
- Menor riesgo de infección y sangrado: la exposición reducida de la articulación disminuye estas complicaciones.
- Alta precisión diagnóstica: visión directa de estructuras internas que complementa o supera la información de resonancias o radiografías.
Riesgos y precauciones
Aunque la artroscopía es muy segura, existen posibles complicaciones, incluyendo:
- Infección articular (menos del 1 % de los casos).
- Lesión inadvertida de nervios o vasos cercanos.
- Trombosis venosa profunda en cirugías prolongadas.
- Rigidez o dolor residual que suele mejorar con fisioterapia.
Para reducir riesgos, es fundamental seguir las indicaciones médicas: cuidados de la herida, reposo relativo y actividades de rehabilitación pautadas.
Rehabilitación y tiempos de recuperación
La fisioterapia temprana acelera la vuelta a tu rutina:
- Fase inicial (0–2 semanas): control de dolor e inflamación; movilidad pasiva y ejercicios muy suaves.
- Fase intermedia (2–6 semanas): fortalecimiento progresivo, movilidad activa y retorno gradual a labores cotidianas.
- Fase avanzada (6–12 semanas): ejercicios funcionales de alta demanda, deporte ligero y actividades específicas bajo supervisión.
La mayoría presenta recuperación funcional plena en menos de tres meses, aunque el tiempo puede variar según articulación y alcance de la intervención.
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